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XXV
Prólogo

reivindicación de la tierra gallega. ¿Cómo extrañar que su nombre fuera citado a cada momento con verdadero cariño, cuando sus versos, impregnados de los sentimientos populares, fueron aceptados por la musa campesina y sellados por la gente iletrada con sello imborrable? Esta compenetración de su obra con el alma de su gente fué desde el primer momento tan visible, que un poeta de su tierra, de su barrio casi, pudo decir con verdad en la hermosa composición que le dedicó[1]:


Todo el genio de su raza palpitaba en sus endechas;
Eran bellas... ¡y a las almas se prendieron como flechas!
Eran santas... ¡y Galicia de rodillas las oyó!

A pesar de ello, estaba escrito que las demostraciones de estimación pública y las de los que más la distinguían no habían de llegar todas a su


  1. Alejandro Miguens Parrado, en la hermosa poesía en elogio de su paisana publicada en el Almanaque Gallego de Buenos Aires para el año de 1909.