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música alemana que, quizá sobrado grande para caber en las estrecheces del pentagrama, amenaza a cada paso con destruir la armonía a fuerza de atrevimientos, así estos versos son, más que artificios literarios, quejas espontáneas de un alma dolorida; saltan por encima de todas las reglas y se forjan una medida y una rima que concuerde con la grandeza de su amargura. Ni las Rimas de Bécquer, ni el Intermezzo de Heine, le ganan en soltura y libertad, siquiera sean éstos a los que mejor pueden compararse. En efecto; Rosalía es, como ellos, poeta propiamente subjetivo, que no necesita para cantar inspirarse en el mundo exterior, sino que le basta recogerse y contemplar el mundo de su alma. Por esa razón, ellos y ella son al presente, según yo entiendo, la genuina expresión de la verdadera poesía lírica.

Y ya que hice mención de los poetas alemanes, he de añadir que encuentro grandes afinidades entre ellos y la poetisa gallega. Unos y otra son, ante todo, poetas de su país, cuyo ambiente, por decirlo así, respiran sus versos; la tristeza y la amargura son las notas dominantes, tanto en las canciones gallegas como en las lieder germánicas, y unas y otras son producciones subjetivas y líricas. ¿Qué más? Cualquiera que haya leído un poco los poetas alemanes y lea los versos de Rosalía, notará que en ambos palpita vivo y lozano un sentimiento generoso que domina a todos los demás: el amor a su patria. ¿Quién al leer aquellas sentidísimas estrofas que comienzan

¡Oh tierra, antes y ahora, siempre fecunda y bella,