su alma; las dudas de su espíritu abatido en los trazos más seguros y en los perfiles indecisos; las vicisitudes de su suerte en los vaivenes de su estilo; y las amarguras de su corazón en las tintas obscuras, en las sombras recargadas y en los manchones informes, rastros acaso de la huella de sus lágrimas.
No es posible desechar estas ideas al leer las poesías de Rosalía Castro; de tal manera se ven en ellas confirmadas. Cantares gallegos, Follas novas y En las orillas del Sar, son los tres libros que señalan las etapas de su vida literaria. Destila el primero toda la fragancia y la frescura de los primeros años: vese a su través a la mujer joven y mimada de la fortuna, a quien su fantasía se complace en pintar un porvenir de rosas. Son aquellos Cantares el primer gorjeo del ruiseñor que despierta para saludar a la aurora, el primer rayo que el sol envía a la tierra para acariciarla, el primer beso que la brisa deposita en el cáliz de la flor. Alegres como la inocencia y juguetones como la infancia, atraen y seducen como seduce y atrae lo más seductor que Dios crió en el universo: los ángeles y los niños.
El tiempo, que no sabe correr sin esparcir abrojos, hizo que á Rosalía le correspondiesen no pocos; y al publicar más tarde su libro Follas novas, aparece la que pudiera llamarse su segunda manera: a las poesías sueltas y bulliciosas como cascadas de notas, suceden las baladas melancólicas, en cuyo fondo se siente palpitar a veces la ironía intencionada, y aun el sarcasmo acerbo. Son también estas poesías más