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maestro o de su modelo favorito, pero que los grandes crean siempre, haciéndole original y propio. Y, como no puede ser menos, esta manera o esta factura, según ahora se dice, está íntimamente ligada con el modo de sentir, de pensar y de querer, y hasta con las condiciones exteriores de la vida del artista. Así se explica que muchos hayan tenido dos o más maneras, en relación acaso con las distintas épocas de su vida, quién sabe si en consonancia con las revoluciones de su espíritu.

Cosa curiosa es, por cierto, cuando se estudian las obras de un artista renombrado, seguir paso a paso el desarrollo de su genio, verle nacer e iniciarse, quizá tímido e indeciso, en sus primeros destellos, crecer después en ulteriores ensayos, mostrarse más tarde en todo su esplendor y lozanía, y llegar, por fin, á su ocaso precedido o no de desmayo y decadencia. Estudio interesante el que puede hacerse de este modo, asistiendo a todos los aciertos y a todas las debilidades, adivinando las vacilaciones, descubriendo los momentos de valor, y contemplando, en fin, la vida del genio escrita en sus obras con imborrables caracteres.

Y este estudio es más completo y profundo si, a la par que las obras, conocemos al autor y la historia de su vida; porque entonces de tal suerte nos parecen concordadas las unas y la otra; a tal punto hacemos llegar el lazo de unión que las estrecha, que nos parecen ellas la representación animada de la vida del artista. Y vemos en los tonos de luz las alegrías de