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XI
Prólogo

habilitado, la primera, la lengua materna para la expresión de todos los sentimientos, lo mismo los populares que los que pertenecían al alma del inspirado. Y si a esto se añade que, a la vez, había dotado su obra de acentos tan apasionados y de una sinceridad tan grande, que aun se espera quien haya de vencerla en la vehemencia y verdad de los afectos, bien claro dijo que cuantos en su país había caído en suerte el don de expresar sus ideas y sentimientos en versos armoniosos, podrían llegar a ser sus iguales, nunca superiores, pues ella ha tocado en los cielos sin mancha. Lo que a los demás correspondía; lo que a su tierra y desgracias legendarias que le afligen tocaba directamente, eso era lo que en primer lugar le importaba. Quedaban para los que la amábamos aquellas otras explosiones de amor y de intensa pena que la abrumaban, el saber a qué grandes dolores se refería en sus versos. Los tiene que son amargos gemidos, en cuyas entrañas se encerraba, si puede decirse así, el dolor de los dolores que la abrumaban. Porque si hubo ser sensible que al menor roce se sintiese herido;