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Al caer despeñado en la hondura
Desde la alta cima,
Duras rocas quebraron sus huesos,
Hirieron sus carnes agudas espinas,
Y el torrente de lecho sombrío
Rasgando sus linfas,
Y entreabriendo sus húmedos labios
Con negra sonrisa,
Vino a darle un beso de muerte,
Cerrando en los suyos el paso a la vida.
Despertáronle luego, y temblando
De angustia y de miedo,
— ¡Ah!, ¡por qué despertar? — preguntóse
Después de haber muerto.
Al pie de su tumba
Con violados y ardientes reflejos,
Flotando en la niebla