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Allí donde nunca el llanto los párpados enrojece;
Donde por dicha se ignora que la humanidad padece
Y que hay seres que codician lo que harto el perro desdeña,
Allí, buscando un asilo, mis pensamientos dichosos
A todo pesar ajenos, lejos de los tenebrosos
Antros del dolor, cantemos a la esperanza risueña.

Frescas voces juveniles, armoniosos instrumentos,
¡Venid!, que a vuestros acordes yo quiero unir mis acentos
Vigorosos, y el espacio llenar de animadas notas,
Y entre estatuas y entre flores, entrelazadas las manos,
Danzar en honor de todos los venturosos humanos,
Del presente, del futuro y las edades remotas.

IV

Y mi voz, entre el concierto de las graves sinfonías,
De las risas lisonjeras y las locas alegrías,
Se alzó robusta y sonora con la inspiración ardiente
Que enciende en el alma altiva del entusiasmo la 11ama,
Y hace creer al que espera y hace esperar al que ama,
Que hay un cielo en donde vive el amor eternamente.

Del labio amargado un día por lo acerbo de los males,
Como de fuente abundosa fluyó la miel á raudales,