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ROSALÍA CASTRO
Deus! con se joinel en lui bel
Cuers de lions et cuers d' aignel.
Cuando la vi encerrada en las cuatro tablas que á todos nos esperan, exclamé: «¡Descansa al fin, pobre alma atormentada, tú que has sufrido tanto en este mundo!»
Y esta exclamación salió tan de lo íntimo, respondió tanto á la emoción del momento que pudiera decir que fué instintiva. Era imposible otra cosa. Nadie como yo sabía que jamás ojos algunos derramaron en sus días de aflicción lágrimas más amargas que las suyas, ni otro corazón como el suyo soportó en la tierra más duros golpes. El Cielo se apiadó de la infortunada el día de su muerte.
Mas se dirá: ¿acaso no tuvo sus días de felicidad, sus rosadas auroras, la paz y olvido que