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Sentí otra vez el fuego que ilumina y que crea
Los secretos anhelos, los amores sin nombre,
Que como al arpa eólica el viento, al alma arrancan
Sus notas más vibrantes, sus más dulces canciones.

Y orando y bendiciendo al que es todo hermosura,
Se dobló mi rodilla, mi frente se inclinó
Ante Él, y conturbada, exclamé de repente:
«¡Hay arte! ¡Hay poesía!... Debe haber cielo; ¡hay Dios!»