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Y bajo el arco obscuro, en donde eterno
Del oculto torrente el rumor suena,
Me deslicé cual corza fugitiva,
Siempre andando al azar, con aquel paso
Errante del que busca en donde pueda
De sí arrojar el peso de la vida.

Atrás quedaba aquella calle adusta,
Camino de los frailes y los muertos,
Siempre vacía y misteriosa siempre,
Con sus manchas de sombra gigantescas
Y sus claros de luz, que hacen más triste
Su soledad, y que los ojos hieren.

Y en tanto... la llovizna, como todo
Lo manso, terca, sin cesar regaba
Campos y plazas, calles y conventos
Que iluminaba el sol con rayo oblicuo
A través de los húmedos vapores,
Blanquecinos á veces, otras negros.

III

Ciudad extraña, hermosa y fea a un tiempo,
A un tiempo apetecida y detestada,
Cual ser que nos atrae y nos desdeña,
Algo hay en ti que apaga el entusiasmo,
Y del mundo feliz de los ensueños
A la aridez de la verdad nos lleva,