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Sólo el humano espíritu al rodar desquiciado
Desde su órbita a mundos tristes y desolados,
Ni sucumbe ni muere; que del dolor el mazo
Fuerte, que abate el polvo y que quebranta el barro
Mortal, romper no puede, ni desatar los lazos
Que con lo eterno le unen por misterioso arcano.

Por eso yo que anhelo que el refulgente astro
Del día calor preste a mis miembros helados,
Aun aliento y resisto sin luz y sin espacio,
Como la planta bella que odia del sol el rayo,

Ya que otra luz más viva que la del sol dorado
Y otro calor más dulce en mi alma penetrando
Me anima y me sustenta con su secreto halago
Y da luz á mis ojos por el dolor cegados.