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Todas las campanas con eco pausado
Doblaron a muerto:
Las de la basílica, las de las iglesias,
Las de los conventos;
Desde el alba hasta entrada la noche
No cesó el funeral clamoreo:
¡Qué pompa! ¡Qué lujo!
¡Qué fausto! ¡Qué entierro!

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Pero no hubo ni adioses ni lágrimas,
Ni suspiros en torno del féretro...
¡Grandes voces sí que hubo!... Y cantáronle,
Cuando le enterraron, un Réquiem soberbio.

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Siente unas lástimas,
¡Pero qué lástimas!...
Y tan extrañas y hondas ternuras.
¡Pero qué extrañas!