La venturosa copa del placer para siempre
Rota a mis pies está,
Y en la del dolor llena..., ¡llena hasta desbordarse!,
Ni penas ni amarguras pueden caber ya más.
Muda la luna y como siempre pálida
Mientras recorre la azulada esfera,
Seguida de su séquito
De nubes y de estrellas,
Rencorosa despierta en mi memoria
Yo no sé qué fantasmas y quimeras.
Y con sus dulces misteriosos rayos
Derrama en mis entrañas tanta hiél,
Que pienso con placer que ella, la eterna,
Ha de pasar también.
Nos dicen que se adoran la aurora y el crepúsculo,
Mas entre el sol que nace y el que triste declina,
Medió siempre el abismo que media entre la cuna
Y el sepulcro en la vida.
Pero llegará un tiempo quizás, cuando los siglos
No se cuenten y el mundo por siempre haya pasado,
En el que nunca tornen tras de la noche el alba
Ni se hunda entre las sombras del sol el tibio rayo.