Fué cielo de su espíritu, fué sueño de sus sueños,
Y vida de su vida, y aliento de su aliento;
Y fué, desde que rota cayó la venda al suelo,
Algo que mata el alma y que envilece el cuerpo.
De la vida en la lucha perenne y fatigosa
Siempre el ansia incesante y el mismo anhelo siempre;
Que no ha de tener término sino cuando, cerrados,
Ya duerman nuestros ojos el sueño de la muerte.
— Te amo... ¿por qué me odias?
— Te odio... ¿por qué me amas? —
Secreto es éste el más triste
Y misterioso del alma.
Mas ello es verdad... ¡Verdad
Dura y atormentadora!
— Me odias, porque te amo;
Te amo, porque me odias.
Nada me importa, blanca ó negra mariposa,
Que dichas anunciándome ó malhadadas nuevas,
En torno de mi lámpara ó de mi frente en torno,
Os agitéis inquietas.