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genial Marqués, su noble padre, tenía razón contando con ella como con su más poderosa aliada.

Cuando Berta supo que Jacobo era el caballero de miss Arabela, sin hacer más averiguaciones, consagró á esa joven todo su corazón.

III

Jacobo dijo un día á miss Arabela:

—Oiga usted; la carretela no está mal... Pero yo tengo mi acharrette...» donde no hay sitio más que para dos, usted y yo... ¿No estaríamos mejor en ella?

La joven respondió sin ambajes: —Incontestablemente.

Aquel día fué abandonada la señora de Reteuil y lo mismo ocurrió en los siguientes.

Los dos muchachos estaban libres; ella, abandonada en la vida, sin vigilancia, á la americana ó á la australiana; él, ya bastante mozuelo para no tener que pedir permisos. ¿A quién, por otra parte? Su madre estaba demente y moribunda hacía quince años.

Su padre, ausente sin cesar, pues no pasaba tres días al mes en el castillo.

Su hijo grande no le atraía tanto como su hijo niño. Había habido ya entre ellos ciertos rozamientos ligeros y sin consecuencias, pero cuya vibración se prolongaba en vagos ecos.

Jacobo no bastaba ya para contener á Juan, y el muchacho, único dueño de todo, hacía la vida á su gusto.

—¿Eh? esto vale más que los jamelgos de la abuela