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EN EL SIGLO XXX.

vestir al desnudo?- exclamó Ventura, visiblemente entusiasmada.

—Si así debo entender á la humanidad... manifiesta lo que deseas, Ventura,— repuso Parelia, sonriendo.

-¿No molestaremos á usted, señora Parelia?— agregó Virginia, entornando los ojos.

—De ninguna manera, señorita,—replicó aquella.

—Pues, bien, amiga mía,—continuó Ventura,—como es conocida tu proverbial filantropía, lo humanitaria que eres,—-la sociedad de beneficencia «Las Hijas de Mandinga», de la cual soy Presidenta y Virginia Secretaria- Tesorera, nos ha comisionado para recolectar fondos para dar un espléndido baile en los dorados salones del Club de «El Progreso», á favor del Hospicio de «Los Sordos, Mudos y Ciegos». En consecuencia, vinimos en comisión,—agregó presentándole un libro con tapas de cuero oloroso de Misiones,— para que te suscribas con la cantidad que te dicte tu humanidad,—y sonrió picarescamente.

—Si yo no concurro á baile alguno,— murmuró Parelia.

—¡Por humanidad, señora!—agregó Virginia sonriendo.

—Pero esto se llama dar dinero para que unos rían, en tanto que otros lloran.

—¡Vamos, Parelia! Esas lágrimas se enjugarán con el producto del baile. ¡Qué! ¿No lo comprendes?Todo tiene sus compensaciones. ¿Con que te suscribes?

-Está bien...

-¡Qué gran corazón tiene usted, señora...!¡Qué alma caritativa..!