no són pelados sinó en la punta y hasta la mitad los cubre un pelito fino. Tienen la cara larga y la frente angosta y eso les dá una expresión de inocencia ó de tontera, marcadísima. Mi compañero, que Vd. conoció, era hombre campero y muy entendido en todas estas cosas de Patagonia y él me decia que los indios tehuelches tenían al huemúl por un animál que se había caído de la luna y afirmaban que es tán escaso porqué las hembras no tenian sinó un hijo en toda su vida y eso en un año en que hubiera dós eclipses, uno de sól y otro de luna. Me aseguraba también que no había conocido indio que hubiera visto nunca un huemúl chico.
— Eso no es extraño,—exclamó Smith. Yo conozco muchísima gente que asegura que no hay nádie que haya visto un burro, muerto de enfermedad ó de viejo. Dán á entender con eso, que los tales animales no se mueren por un resfrio... ó que se marchan del mundo de un modo misterioso y sin despedirse... ¡Y yo, á la verdad, jamás he visto ninguno!
— Hombre raro era el inglés Greenwood, ¿no? Yo anduve con él en una expedición que hicimos para el lado del Chubut en 1880, cuando todavía no era Calamar: entonces me decían .. «El Condesito». Fuimos á cazar avestruces y guanacos, pués le habían encargado de Buenos Aires una partida fuerte y también á agarrar baguales. Nos fué muy bien ... ¡Vea lo que es la vida!... Cuando el inglés, que habia padecido tanto, se iba ya á retirar á poblado, se le incendió el rancho y perdió todo lo que tenía... Después supe Que se había vuelto á Inglaterra donde vive todavía.
— ¿Quién era ese inglés?—dijo Smith.
— No sé,-repuso Oscar,—era una especie de loco que decía que los hombres civilizados le daban asco. No se juntaba nunca sinó con algunos indios amigos ó con alguno