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la habían llevado, dejándola desplés abandonada en el islote, expuesta á una muerte ségura.
— ¡Qué bárbaros!
— ¡Si aquí suele andar una canalla terrible!—dijo La Avutarda.— ¡Así acaba también!
— Los indios nos llevaron á su campamento para obsequiarnos con collares de caracolitos vistosos, de huesitos de áve y con muestras de sus canoas y útiles de pesca, hechos en pequeño y que són, como los cueros, su base de comercio. Allí ví unos diez montones de valbas, enormes. Les pregunté cuantos eran los que vivían en el wigwam y si hacía mucho que estaban acampados: me contestaron que eran nueve y que estaban allí desde el otro verano, es decir, un año poco más ó ménos... Según mi cálculo y según las albas, se habrían comido más de dos toneladas y media de mejillones por cabeza.
— ¡Qué brutos!... A estos no les igualan ni los negros del Gabón, en la costa de Africa, —repuso Calamar.— En las colonias portuguesas que hay allí y en Angola, se cuentan horrores de la voracidad de esa gente. Dicen que un negro sólo, es general que se almuerce un antílope, que es una especie de ciervo como el huemúl de los chilenos: es decir un ternero de año.
— Dígame -interrumpió Oscar, —ahora que habla del huemúl, ¿existe ese animal ó es una creación de los chilenos para adornar su escudo?
— ¿Cómo no va a existir?... Cuando anduve con el inglés Greenwood en las puntas de Santa Cruz, cerca de la cordillera, cruzamos uno... Greenwood me dijo que era huemúl, á lo ménos.
— ¿Y cómo era?
— Es un animal como el guanaco, pero más fornido... médio tirando á ciervo por el pelo y la alzada. Los cuernos