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EN EL MAR AUSTRÁL

mil haces de colores distintos; más allá los arco-iris que, como una diadema, envuelven la cumbre del alto cono, se reflejan sobre la masa blánca de un blóc gigante de una veintena de varas de espesor y lo tiñen con reflejos de aurora ó iluminan con fulgores cárdenos los rebordes salientes, ofreciendo paisajes fantásticos, alumbrados con luces que tienen reminiscencias de relámpagos.

Y poco á poco la bruma que comenzaba á levantarse fué nublando la lúz del sól y pronto el vistoso panorama desapareció de mi vista, como cubierto por aquel telón plomizo que de véz en cúando la brisa desgarraba, haciéndolo flotar yá sobre la cumbre de los cerros, yá sobre sus laderas ásperas é inaccesibles.

— Lindas vistas, ¿éh? — exclamó Smith.— Lástima que no duran hasta más de las diéz: en cuanto se levanta la brisa se velan con las brumas. Este monte es huraño y celoso como una novia y, según dicen los indios, cuando uno lo mira se esconde.