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EN EL MAR AUSTRÁL

La canoa —que es peculiar de la región y la única muestra de su ingenio que presentan los indios— fuera de sus armas y útiles, tallados en piedras ó en huesos de áves ó de peces — no es tampoco una obra maestra de labor ó de inteligencia.

El indio baja á tierra al llegar el verano y elige un fagus aparente para su objeto. Le hace una incisión circular en la parte inferior y ésta la liga con otra iguál en la superior, por médio de un corte profundo y perpendicular: cuando venga el calor, la cáscara se desprenderá por sí sola y entonces el indio tendrá el cuerpo de su embarcación y también el materiál para fabricarse algunos baldes destinados á conservar el agua y para los usos ordinarios de su vida.

Recogida la cáscara, hará un corte en las extremidades para formar la popa y la proa, colocará en el interior unas cuantas costillas de madera que la mantendrán abierta y luego coserá los bordes con barbas de ballena, envolviéndolos en varejones cuyas puntas le servirán para reatar y asegurar en ellas las extremidades que dejó libres.

Con esta embarcación, una mujer para remera, un hornillo de tierra para el fuego, un balde, una canasta tejida con juncos, que crecen abundantes donde quiera que haya una pulgada de tierra y sus armas —consistentes en harpones, chuzas y cuchillos, de madera ó de hueso— el indio es dichoso y tiene su vida asegurada.

Todo lo demás que adquiera, fuera de esto, será lujo, riqueza, fortuna.

Para un indio, encontrar un vidrio ó un pedazo de hojalata que pueda afilar, es como para un cazador hallar un winchester, ó para un ciudadano cualquiera hacerse de un empleo que le asegure la entrada al restaurant todos los días.