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CRÓQUIS FUEGUINOS

por la proa, chillando de rábia al verse impotente para detener la marcha de quién le ha engañaado.

— ¡Pero hómbre!... ¿Esos indios alacaluf tienen una historia para cada animal del mar, á lo que parece?

— ¡Ya lo creo! — dijo Smith.— Se ocupan en hacer esas poesias. mientras esperan en sus canoas,— ocultas por ahí, en cualquier arruga de la costa — que pase algún cútter que puedan asaltar.

— ¿Son ladrones, entonces?

— Son de lo más bandido que uno se puede imaginar,repuso la Avutarda.— Se pasan días y noches en las caletas casi inaccesibles, — manteniéndose de mejillones ó de otros mariscos y de los tallos secos del cachiyuyo, al que le llaman kelp comp los tehuelches — tratando de cazar algún lobo ó alguna nútria para en seguida, con pretexto de cambalachar el cuero, acercarse á los barcos ó á las poblaciones y ver de alzarse con algo. No son flojos como los yaghanes, que viven sobre el Canál del Beagle, sinó arrojados y valientes. Se largan al mar en sus canoas puntiagudas y emprenden lucha con las ballenas ó con los balleneros si a mano viene. Clavan al cetáceo cinco ó seis arpones de hueso, con dientes afilados y sujetos con cuerdas de junco torcido y luego que comienza á desangrar, le siguen en la canoa, arrastrados vertiginosamente. Nunca se ha oído decir que vuelquen, pués en cuanto se vén mal, largan la cuerda y continúan á remo hasta que la ballena debilitada se vara ó. muere. Entonces la remolcan y se arma el festin, acudiendo á él los indios de muchas leguas á la redonda. Esto si que es bárbaro y repugnante. El hombre civilizado que llega á presenciar por casualidad una de estas escenas y á ahogarse un poco con el humo nauseabundo de las hogueras en que medio asan la carne, conserva asco para mucho tiempo. Yo no he visto cosa