Página:En el Mar Austral - Fray Mocho - Jose Seferino Alvarez.pdf/45

Esta página ha sido corregida
43
CRÓQUIS FUEGUINOS

Poco á poco me fuí convirtiendo en el niño mimado de abordo y pronto desde el bravo hidalgo lusitano hasta Oscar — que era de suyo huraño y retraído — no me miraban como al sócio que tiene las mismas obligaciones, sinó como á un patrón que, como Smith, podía hacer las cosas si quería ó podia, pero sin que fuera dado reclamarle nada.

Luego de terminada la ovación, exclamó La Avutarda con su vóz de trueno y su marcadísima entonación austriaca:

— ¡Vea!.... ¡Este es su Winchester, amigo: ya está limpio!.... Las balas que le corresponden son esas cién que están ahí ... y ahora, venga, ayúdeme á. desarmar esta llave, que está más agarrada que la boca de Calamar, cuando no tiene á sotavento una copita de whisky ó de old brandy!

— ¡Oye, Avutarda!... ¡No seas haragán; deja al muchacho que vaya á tomar su café!... ¿No tienes vergüenza, hijo?... ¡Si hasta eso te habrán ganado tus amigos de Falckland! .... ¡Porqué antes no eras así!

Tendí mi vista sobre el mar y quedé encantado con el paisaje que descubrieron mis ojos.

La costa baja sobre que está situado Punta Arenas y que habíamos recorrido durante mi sueño, iba poco á poco desapareciendo para dar lugar á los caprichosos acantilados, por entre cuyas hendiduras, tapizadas de musgos y de líquenes, chorrean rumorosas las corrientes de agua que nacen en las montañas vecinas. Allá, en el fondo, recortan estas sobre el horizonte, sus lomos negruscos, apareciendo derrepente sobre el mar, en lontananza, en forma de una punta que se vé como tajada y que velan brumas azuladas:

es el Cabo Froward que se presenta coronado por el Monte Victoria empinándose sobre el Estrecho.