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— ¡No!

— ¿Y en qué barco has andado que no conoces las toninas?

— En el «Villarino» no más ... y como pasé arrestado casi hasta que me deserté, no he visto nada!

— ¡Buen lobero diablo, vás á ser entónces... ! Las toninas son esos peces grandes y cabezones que van ahí, cerquita no más. Atrácate á la borda y mira á la estela: son esos bultos negros que cruzan de á dos. Siempre andan en parejas: mientras uno zambulle el compañero saca la cabeza como para recibir el oleaje. Ván en hilera y silbando: ese zumbido que se oye no es del viento, son ellas que lo hacen cada véz que asoman sobre la cresta de una óla. Cuando hay mar y es de día, andan leguas atrás de los buques y dá gusto verlas tan graciosas y tan mansitas ... La tonina es la amiga del marino. Cuando sale, como ahora, es seguro que el viento refrescará ó vá á haber tormenta. Esta es la tradición.... y como esta véz salga cierta, vamos á tener una mañana dura si estamos fuera de «Puerto Hope».

En ese momento, una gran óla nos salpicó en ]a cara y yo sentí algo como un chicotazo que me obligó á llevar la mano sobre el carrillo, enredándoseme entre, los dedos una cinta viscosa que me pareció una víbora.

— ¡Demonio! ... ¿Qué diablos es esto? ... ¿Un bicho?

— ¡No hombre.! ... Eso es una hoja de alga ... de cachiyuyo... ¡Es que pasamos junto á algún camalote, como dicen en tu tierra, y que comienza el viento á refrescar: las toninas ván á tener razón y no nos vá á faltar baile!

Y con su vista habituada á mirar á través de la obscuridad —pues los, marinos parecen tener algo de los gatos— dijo:

— Allá se vé todavía Punta Arenas! ¡Fíjate á la derecha,

pero medio arriba! ... ¿No vés esa claridad? .. Bueno; es oes Punta Arenas, que quién sabe cuando volveremos á ver!