en esta región austrál el día estivál es casi continuado— comenzó á soplar un vientito fresco del noroeste, que nos venía como de perlas para salir del Estrecho y penetrar á los canales y el capitán Smith determinó levar el áncla, disponiéndonos á zarpar.
Punta Arenas es puerto libre y por ello afluyen á él los comerciantes de toda la región del Sur, tanto argentina como chilena y especialmente de la primera.
Estos encuentran allí facilidades de todo género para sus transacciones, consistentes, por lo general, en el cambio de productos naturales — pieles, oro y maderas — por mercaderías importadas que se consiguen casi á precio europeo, sinó menor.
Los buques de ultramar, que llegan en gran número, traen siempre buenas pacotillas y aún cargas, obtenidas en todos los mares del mundo, unas veces como productos de salvatages en naufragios ó colisiones y otras de robos ó piraterías.
Estas particularidades hacen de aquél puerto, como es natural, un centro de actividad y de recursos que atrae á sí todas las fuerzas vivas de los mares australes, las que Chile aprovecha enérgicamente para formar en Magallanes un estado poderoso, que contrasta singularmente, por su riqueza y civilización, con la miseria y dejadéz reinantes en las provincias embrionarias de la costa argentina.
Esto es doloroso decirlo, pero es cierto: en los mares australes, la estrella solitaria de Chile significa civilización y el sol argentino barbarie.
Como sin mayores trámites ni diligencias nos habían despachado las autoridades, con la simple declaración de que íbamos con carga comercial para Navarino, aún cuando bien sabían que íbamos con cargamento para Usbhwáia y á buscar oro y matar lobos marinos en la costa argentina,