Página:En el Mar Austral - Fray Mocho - Jose Seferino Alvarez.pdf/259

Esta página no ha sido corregida

XXXII.

Ondas y brisas

Desde ese día yá dejamos de percibir las brisas marinas que en la tarde llegaban á nosotros y que Smith reconocía complacido y aspiraba con fruición.

Faldeando una larga serranía, cubierta de bosques desde el pié hasta la cima—la misma que habíamos costeado por el lado del mar, cási desde nuestra salida de Punta Arenas— y llevando á la vista las dunas desoladas, que en suave declive ván á formar la barréra inexpugnable en que el Atlántico se estrella rumoroso, caminábamos en las abras por llanuras pastosas en que reconocía contento las líneas típicas de las pampas de mi pátria: yá eran gramillales erguidos quee nos impedían la vista, castigándonos el rostro, yá esparragados que extendían sus largas guias blanquizcas ora sobre los arroyos de orillas chaflanadas, que iban poco á poco desarrollándose festoneados de árboles y de espadañas con rumbo al este, ora sobre los lagos azules, refugio apacible de verdaderos enjambres de avutardas y de cisnes.