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CRÓQUIS FUEGUINOS

entre el lobo y el zorro. Es de pequeña alzada, de oreja corta y parada, de gran agilidad é inteligencia, sóbrio y múy sociable, reuniéndose, sobre todo en la época del celo, en enormes cuadrillas que llegan á constituir un verdadero peligro para los viandantes.

—¡Diga, Matías! ¿Con qué encendieron fuego los indios?

—¿Quiere verlo?

Y habló con el jefe ona que sacó de una bolsita que llevaba al cuello, un rollo de cuero y de entre éste, algo, que á la escasa lúz del fogón, no pude vér lo que era en el primer momento y que Matias sonriendo me pasó, al mismo tiempo que me decía:

—¡Con esto!

Era una caja de fósforos de cera.

Luego me explicó que los indios modernos yá habían suprimido el pedernál golpeado sobre un montón de musgos secos ó la conservación con religiosa veneración de un tizón confiado á la custodia de las doncellas de la familia, que, de distancia en distancia, debían ir encendiendo hogueras, para conservarlo, durante las marchas.

Las indias que pasaron para afuera, regresaron trayendo cada una un montón de ratones pequeños, muy peludos, de color gris obscuro y los entregaron humildemente al jefe, quien los alcanzó á Matias.

—¡Vea!. .. Este ratón es el tucu-tucu que le dije hoy que era un manjar exquisito. Es un bicho que hoy ó mañana valdrá mucho, pués su cuero será un adorno apreciado: fíjese; parece un cisne por lo suave del pelaje. El tucu-tucu poco sale de sus cuevas y su canto es ese martilleo que le llamó la atención y que habiendo cesado cuando las indias andaban en el tucutuzál—el paraje ese por donde pasamos y que estaba como minado—ha comenzado ahora de nuevo. ¡Oiga y verá!