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XXXI.

En la llanura

A los dós días de camino y cuando ya salíamos de la selva fueguina, siempre iguál, empezamos a encontrar majadas de guanacos que saltaban de risco en risco relinchando, pero nunca tán léjos que nuestras carabinas dejaran de alcanzarlos.

Matías era un maestro en la preparaci6n de su carne, que tiene un sabór desagradable y es dura y fibrosa: la enterraba durante la noche y al día siguiente teníamos siempre un asado tierno y jugoso.

Sostenía que con este procedimiento hasta el pengüín era sabroso y delicado y que él, viajando con los indios onas, había comido perros cimarrones, zorros y ardillas, abundantes en el Lago Faniano y sus alrededores, sin haber encontrado nunca en la carne ese dejo desagradable que la hace incomible.

—Cuando salgamos al llano y encontremos tucu-tucus verán qné guisos!... Les parecerán de pollos!