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EN EL MAR AUSTRÁL

hambre, ni las distancias, ni la fatiga. entonces'? ¿Créen que esta costa es la bodlega del cútter, donde háy de todo?

—¡Bah!.... —dije yo,—¿Somos hombres, sí ó nó?... Mientras yo pise tierra, no me echo a muerto: no faltaría más! ¿Qué te parece, Oscar?

—¡Me gusta!.... Yo siento lo que ha ocurrido, pero.... á lo hécho, pecho!

—¡Claro!—apoyó Matías, que era incontrastable.

Y quedó convenido que en la madrugada siguiente éste y yo excursionaríamos hasta las montañas lejanas y trataríamos de encontrar algunos indios cazadores, explorando de paso los caminos.

—¡Pobre Calamar!...—volvió á repetir Smith lúgubremente:—él decía que era hidalgo portugués y yo créo que en el mundo no hay muchos más caballeros que él!.... Yo lo vi cuando lo arrastró la mar condenada aquella y créo que hasta me saludó con la mano!.... Era terco: talvéz si se amarra en el palo, como yo le dije cuando fui á cerrar la escotilla para que éste—y me señaló á mí—no saliera, estaría ahora con nosotros.

—Si el golpe fué bárbaro.—añadió Oscar.—Yo vi venir la óla y me aferré, pero el mejicano y el otro no tuvieron tiempo y siguieron atrás de Calamar, que ya pasaba arrastrado junto con la cocina, los cueros que estaban arriba de la camareta y todo!

—¡Bueno!—interrumpi yo:—la tormenta pasó yá, no es cierto?

—¡Sí!

—¿A qué recordarla más y entristecerse de gusto, entonces? Mañana Smith y La Avutarda pueden ocuparse en traer bastante leña para hacer señales... quizás pase al-