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CRÓQUIS FUEGUINOS

la bahía y tomáramos rumbo afuera. Catalena se puso depié y quitándose el gorro humildemente, volvió la cara á tierra y se persignó en silencio. imilándole los loberos con todo fervór y sin distinción de religiones.

Smith, dirigiéndose a mí, dijo:

—¡Mira Navarino, muchacho, cómo se queda ahí!... Nosotros somos los que nos vamos y... ojalá no sea para siempre!

La verdad es que yo sentia algo que ennegrecia mi espíritu y miré con pena la costa lejana que poco á poco se perdía ocultándose detrás de las ólas que, coronadas de espumas se alzaban como montañas, marchando en columna.

Oscar hizo circular una botella de guachacay y pronto la tranquilidad y la alegría volvieron á nosotros, como traídas por una nube de gaviotas que en ese momento nos alcanzó, viniendo de tierra.

—¿Conqué el tiburón no es de fiarse, como dice Smith?—pregunté á Rodriguez, reanudando mis investigaciones.

—El de acá y el de mi tierra, que es el que yo conozco, no señor! Es un péz sanguinario y traidór ... Vea, allá en el territorio de Mosquitos, que es una costa desierta que cae sobre el Golfo de Méjico en la América Centrál, abunda de tal manera, que á más de un marino le he oído decir que en parte alguna del mando se le halla en número iguál. Hay varias clases, pero el más temido y el que más se vé, es uno overo negro que le dicen «Martillo». Sigue en las corrientes del Golfo y se vá por ellas para las Lucayas, las Bahámas y las costas de Terranova ó por el Mar de los Sargazos hasta estas playas y más abajo también, pasando al Pacifico. Yo, aquí, he encontrado cadáveres de esos que arrojan las ólas sobre las playas, en que evidentemente he visto las huellas de sus hocicos voraces. En Mosquitos pululan y los indios los pescan con chuzas ó con