si tenemos que trabajar en roquerías desconocidas.... por las dudas los comprometí.
— Vamos á ir abajo de los peñones de Evont, á un lugar que yo descubrí el año pasado.
— ¿Y puede quedarse el cútter?
— ¡No!. .. Es una roquería chata, que apenas se vé en alta marea ... Si podemos estar cinco dias sin que nos lleve el mar, garanto quinientos cueros, trabajando sin dormir.
— ¡Yá sé dónde es... El año pasado fué La Araña con diéz compañeros!
— ¡Oh! ¡oh!... ¡Sé bién, sí! Y no volvió más, ni volverá!... Los únicos que se escaparon fueron Calamar, La Avutarda y yo, que habíamos quedado con el cútter, este mismo «The Queen» que montamos y que se vá á estrellar en cualquiér parte ó dará fortuna. Dejamos á La Araña y á siete más y nos volvimos á Lennox: cuando pudimos regresar á los seis días, pués hubo uno de esos temporales que no se olvidan, el mar se había llevado La Araña, los loberos, los cueros y todo! No hallamos ní señales!
— ¡Bueno! ... Entónces ... seríamos ocho: cuatro para desollar y dós para salar, seis, y dós para quedarse con el cútter...
— Teneños que ser nueve, lo ménos.
— Nos llevaremos á mi compadre Castinheiras, por mál nombre Catalena, dijo Calamar: está por ahí, por Slóggett, que es su querencia... Ese es hombre dispuesto.
— Yá lo creo, replicó La Avutarda, dispuesto para todo ménos para decir canaleta: por eso le pusimos el apodo.
— Que diga canaleta ó catalena... es lo mismo!... Mi compadre es muy buen hombre!...
— No lo niego, Calamar, no lo niego... es como todos los portugueses cuando tienen á sotavento una copa de brandy... ! Conozco!... como dice Smith.