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tración de Correos ha desparramado por toda la Repúlíca y de los cuales posée un ejemplar esta playa desierta. Es el primer signo de la civilización que encuentra el viajero que viene del mar austrál y no puede mirársele sinó con cariño, pués dice elocuentemente al corazón, que por su intermedio puede uno ponerse al habla con los seres queridos, con el hogar lejano.
— ¡Ahí tienen Vds. á S. E. el señor gobernador de la Tierra del Fuego, teniente coronel D. Pedro T. Godoy!.... Está descansando de sus carreras del aserradero á la obra de la iglesia, sentado sobre el poste del correo y mirando al mar, en que no puede meter la pata y donde reina omnipotente su enemigo el broma, el bichito ese que les dije se come la madera!
Al pasar, y ántes que lo saludáramos, dijo el gobernador al comerciante:
— ¿Ha recibido carga de Punta Arenas?
— Si, seftor.
— ¡Ha de ser snáp y guachacay!.... Mire, ya sabe, si se llegan á emborrachar los presos, el responsable es Vd.... después no me venga con historias....
— Pero, señor.... yo sólo no tengo bebidas!
— ¡No sé nada!.... Ellos dicen que el único que vende aquí bebida pura es Vd.... ¿Qué barbaros, eh?... ¡Lo que es la ignorancia y falta de conocimiento de los hombres.... ¡Mire, vender Vd. bebida pura!.... Los otros la despachan con soda.... á lo que parece....
— ¡Eso es broma, señor Gobernador!
— ¿Broma?.... ¿Ya sabe?.... ¿Le conté?.... El tál bicho me ha comenzado á comer una de las maestras del muelle.... La mejor.... Reventara el maldito!
— No haga caso, señor.... eso no es nada!.... ¿Sabe lo que me escriben de Punta Arenas?.... Dice mi corres-