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CRÓQUIS FUEGUINOS

viendo. Sin embargo, para mí este hombre se vá á enloquecer acá: figúrese que vé todo y no puede hacer nada!

— ¿Y la cárcel correccionál qué gente tiene?

— Ladrones y pillos de Buenos Aires, desechos humanos, inservibles de esos que se hacen rateros para comer, desgraciados de la última especie que no tienen ni quién le diga á un escribiente de juzgado «haga que no lo manden, amigo!»... Aquí andan suéltos y como la policía es formada por cuatro gatos y la gentuza ésta vá en aumento, tenemos miedo —los que algo poséemos— de que el día ménos pensado saquen fuerzas de flaqueza, se levanten, agarren al gobernador y lo zambullan en la bahía con todos sus proyectos, y á nosotros nos pongan como nuevos. Es una cosa bárbara. Para bien nadie se ocupa de esto. Fíjese: el gobierno prohibe matar lobos pero no lo puede impedir, matamos no más, aunque nos vemos obligados á hacerlo por el cuero únicamente y desperdiciando el aceite que es tán caro. Lo mismo sucede con las ballenas: la bahía está hirviendo con ellas y uno en véz de pescarlas aquí y aprovecharlas bien, tiene que irse por ahí, lejísimo, adonde no pueda llegar el gobernador este...! En fin, capitán, que uno vive aquí en plena comedia, malgastando el tiempo y viendo que las esterlinas se pierden sin provecho.

— ¿Y porqué no lo meten al gobernador en algo?.... ¡Interésenlo!.... ¿No saben que el aceite hasta hace pasar las piedras del higado?

— ¡Bah!... Si él pudiera hacer algo lo haría derecho viejo, sin interés.... ¿No le he dicho que es un loco con la manía del patriotismo...? Es que en Buenos Aires no le llevan el apunte. Allí debe haber alguna pandillita que ha olido esta breva y se la quiere chupar cómodamente: eso es todo! ... ¿Qué lo ván á dejar meter basa?... El hombre escribe notas, hace proyectos, pide barcos para vigilar las