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CRÓQUIS FUEGUINOS

de la ballena. generalmente en el cuello y comienza la hemorragia, que es copiosísima y tiñe de rojo las aguas vecinas. El arpón que está ligado á la lancha por un cable fino y resistente de unos seiscientos á setecientos métros de largo, muy bien encerado y arrollado en espirál, se coloca al pié del cañón. En el extremo, tiene una banderita con la marca del barco y de distancia en distancia sellos indicadores. Lanzado el arpón y clavado, comienza á desarrollarse el cabo con una rapidéz vertiginosa, acompañando á la ballena que, al sentirse herida, dispara al largo como una flecha ó se sumerge á profundidades desconocidas, siendo este el procedimiento más peligroso para el pescador.

Al comenzar el desarrollo del cabo arrastrado por el cetáceo, los remeros aguantan la lancha arponera y un hombre que vá á proa con un hacha, se mantiene listo para córtarlo.

La ballena huye desesperada mientras tiene fuerza, pero luego, así como se debilita, aminora su marcha y al fin flota sobre las ólas, siendo su agonia larga é inquieta. Los resoplidos y coletazos forman verdaderos remolinos á su alrededor y más de una lancha se ha perdido en estas circunstancias por imprudencia del contramaestre ó por su impericia al no calcular el punto preciso donde saldrá agonizante, si se ha tratado de una ballena zambullidora.

Cuando el arponero ha desempeñado bien su oficio y el ojo ha sido certero, el cetáceo muere ántes de desarrollar todo el cabo y entonces se acerca el barco. Si esto no sucede, se larga la lancha y se sigue á remo el rumbo de la ballena hasta que ésta, á fuerza de desangrarse, concluya por ahí, en cualquiér parte, su andariega existencia. Nádie tiene derecho en el mar á una presa en estas condiciones, sinó el dueflo del arpón que se clavó primero. Llegado el