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EN EL MAR AUSTRÁL

Smith.— ¡Mire cuánta libra esterlina anda boyando!... Observa, muchacho, lo que es el mar austrál: en este pedacito que vén tus ojos, andan en el agua cincuenta ó sesenta mil pesos de tu tierra, que tu gobierno no aprovecha porqué no sabe!... y decir que en cada bahia de la costa se levantan á esta hora tantos chorros como aquí!... ¿Cómo estarán en la costa los paisanos de Chieshcálan viendo esto?... La boca se les vá á secar á fuerza de hacérseles agua.

Y Chieshcálan me dijo entonces lo que era una ballena para los indios. El Wapasy, como le llaman en su idioma, es una bendición del cielo y cuando la vén en la bahia sacando su cabeza negruzca, dando sus coletazos ruidosos y lanzando sus chorros de agua cristalina, que brillan al só1, ruegan á los buenos espíritus de su devoción que hagan descender sobre el cetáceo un rayo de su cólera que lo tienda sobre la arena..... Ellos y las gaviotas tendrán festin.

Y durante el largo trayecto, fuimos siempre encontrando ballenas que Smith no podía mirar sin calcular inmediatamente el capitál que representarían y lamentar que una riqueza tán fácil y productiva fuera asi despréciada por sus dueños.

— ¡Hombre!... ¿Y por qué no pescamos algunas?

— ¿Si?.... ¿Te crées que pescar una ballena es lo mismo que pescar róbalos?... Es operación muy riesgosa y más aún entre estos canales angostos donde un bote córreria el peligro de ser estrellado al menor descuido. Cuando el ballenero encuentra un cetáceo de estos, bota al mar su lancha pescadora que lleva cinco ó seis remeros diestros por banda y en la proa una especie de cañoncito lánza-torpedos que, por médio de una pequeña carga de dinamita, arroja el arpón, afilado y agudo. Este penetra en el cuerpo