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EN EL MAR AUSTRÁL

yes y manadas de jirafas y de elefantes vagando entre los bosques de mimosas.

— Si, señor. Y aquí me tienen ahora, después de tanto rodar: aquí estoy herrumbrándome en la ociosidad, sólo con mis recuerdos y con mi pipa, que miéntras no camino humea siempre y humeará miéntras yo viva. Ahora creo que no dejaré más estos picachos donde he levantado mi casa y fundado sobre bases sólidas esta factoría de «El Merovingio» que gira bajo la firma de Piccard y Cia., siendo mi sócio el señor Tomás y que abrigo la esperanza de que llegue á ser el emporio industriál del már fueguino.

Y luego, poniéndose de pié, empezó á pasearse despacio y agregó monologando:

— En el negocio nos vá bién, muy bién, no nos podemos quejar; pero en la industria nos vá mal,. pésimamente mál. Como aquí abundan los peces como en optras playas el cascajo y habíamos observado que hay no solamente róbalos, meros, salmones, calamares y cóngrios, sinó también merluzas, tán ricas como las tan mentadas de Terranova, merlucinas semejantes á las que con el nombre de peje-palo hacen la riqueza del Báltico y sardinas y arenques tán grandes como los del Norte de Escocia, —nos pusimos á hacer ensayos con el señor Tomás. Hemos sido defraudados en nuestras expectativas, créemos que por el clima. La merluza viene en grandes bandadas á la entrada del invierno y procrea en las costas profundas que la marejada no visita: pero no se pueden obtener buenos resultados con ella, pués, como ustedes saben, la merluza fresca es desagradable y necesita ser conservada de modo especiál: es menester secarla naturalmente, A la sombra. Aquí no hay calor suficiente nunca y el secaje se hace muy mál, conservando siempre la mercadería una humedad que pronto la descompone. En Terranova es diferente. Allí la pesca se