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CRÓQUIS FUEGUINOS

— ¡Vaya Vd., señor Tomás, vaya Vd! .... Ya sabe: cierre bien el corralito de las ovejas y ate el perro!.... Yo vigilaré la olla, si estos caballeros són tan buenos que lo permiten!

— Pero, Monseñor... del demonio, —exclamó Oscar,— siempre con tus cortesías! No las dejas ni aquí en el desierto, entonces?

— Querido amigo, no són cortesías... es mi modo no más!... Cuestión de educación ¿sabe?

Y luego, interrogado por Smith, comenzó á hablar de sus viajes casi maravillosos por todos los mares del mundo, unas veces como pescador y marino y otras veces como jugador de billar, arte en el cuál me informaron sus conocidos habla sido maestro famoso, jugando partidas que llamaron la atención, no solamente en Francia é Italia, sinó en los Estados Unidos.

Qué antítesis curiosa formaban su lenguaje elevado y los temas que él trataba, con la ocupación á que estaba entregado en aquellos momentos: vestido de levita, con corbata blanca y galera de felpa, espumaba una miserable olla de puchero á la orilla de un fogón campero!

Nos relató con palabra animada y pintoresca sus excursiónes por el Transváal, la República de los Boers, en el süd de Africa; sus visitas á las minas de oro maravillosas que hacen surgir ciudades fabulosas en trés meses; su estadía en el dominio encantado de los ingleses en Port Natal, —dónde el carbón de piedra y los diamantes enriquecen á un hombre de una manera fabulosa en cinco minutos,— y nos pintó después con lujo de colorido, su navegación á lo largo del Zambeze, su estadía en Lourenço Marquez, —el baluarte de la civilización en el corazón del continente negro— y una travesía en carreta desde las colonias inglesas á las portuguesas, en que figuraban rosarios interminables de bue-