Página:En el Mar Austral - Fray Mocho - Jose Seferino Alvarez.pdf/152

Esta página ha sido corregida

150

EN EL MAR AUSTRAL

de Chieshcálan y yo, que, luego de pasados los abrazos efusivos, le fuí presentado por Smith con palabras cariñosísimas:

— ¡Sí!.... ¡sí! ... jóven en villegiature, estudiante alegre en vacaciones.... comprendo!.... Yo también, cuando estaba en el colegio Saint-Louis, solía hacer excursiones!

— No señor... jóven lobero no más!

— ¡Ah! ¿lobero?... Perfectamente: buen oficio, lindo oficio!.... Me alegro!

Y siguiendo al curioso y extraño personaje, nos encaminamos hacia la casilla, á cuya puerta salió á recibirnos la antítesis del primero: un individuo bajito, gordo, barbudo, metido entre unas altas y gruesas botas que dificultaban evidentemente sus movimientos.

— Són amigos que se han costeado á visitarnos, señor Tomás, buenos amigos míos y suyos á quienes trataremos dela mejor manera que podamos, señior Tomás... si Vd. no opina lo contrario.

El señor Tomás se limitó á hacer una inclinación de cabeza, bien desgarbada por cierto y luego fué al fondo de la pieza donde se nos recibía —largo salón que contenía algunos cajones, barricas, bordalesas y botellas y olía á almacén y á aceite de pescado.— Sentóse sin ceremonia en una banqueta colocada en la cabecera de la mesa, situada no léjos del fogón excavado en el suelo, y, justamente al lado de una gran olla, dónde se cocía algo que en el primer momento no pude apercibir, pero que después vi era un trozo de carne salada.

Luego que nos sentamos nosotros y que el dueño de casa tomó una pipa de madera y la encendió, fué destapada una botella de brandy y el Sr. Tomás, silenciosamente, tomó el portante, indicando de paso con una mirada, su asiento y la olla, á su compañero, que dijo dulcemente: