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se metían al cuerpo por cualquier parte y sinó las sacaban ligero, comenzaban á tener cría y pronto acababan con el enfermo. La obligación del yecamúsh era entonces saber dónde estaban y extraerlas ántes que hicieran mál, pronunciando las palabras secretas y entonando los cantos sagrados que las hacían salir y que los yecamúsh sabían sin que nádie se los enseñara.
A él le habia entrado una véz un yec —flechita envenenada— en el ojo y su tío con dós palabras se la había sacado!
— ¡Hola!... ¡Coéinero! .... -gritó Smith desde la popa donde iba sentado manejando el timón. Acércate y verás algo curioso!
Y como yo me acercara, prosiguió, mostrándome un pequeño islote alto, cuyo centro no era mucho más aún que las orillas:
— Ese es un ponedero de sháags, que són esos pájaros negros que vés echados cada uno en su nido ó parados al lado!
— ¡Qué bandada enorme!.... ¿Cuántos habrá?
— ¿Enorme?... ¡No! ... ¡Si esto es apenas una muestra!... Habrá doscientos ó trescientos.... ¡báh!... una miseria! Estos pájaros són los que producen el huano, que es la materia con que forman sus nidos —esos montoncitos que vés pegados unos á otros y que parecen las celdas de un panal.— Hay veces que á una isla concurren de á miles y en pocos años forman verdaderas cerrilladas, como sucede en las costas de Chile y del Perú en lo que se llama huaneras. Este pájaro es una fortuna... á poco que lo ayuden en su tarea las gaviotas y los pengüines, que todavía nó has visto, pero que yá te cansarás de vér. Estos ponen lo mismo que el sháag y á veces cubren cuadras enteras. Es lindo observar uno de estos ponederos, cuando empiezan á salir los polluelos y más lindo todavía es por la mañana, cuando empiezan á aprender á nadar bajo la vigilancia de
los padres y las madres reunidos en asamblea sobre la playa.