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CRÓQUIS FUEGUINOS

de risco en risco. talvéz desde el infierno y envolviéndome unas ramas de árbol, fuí con ellas á dar abajo... ! Si no hubiese sido por los muchachos, que se han portado, no sé lo que me pasa ó mejor dicho lo sé muy bien: me quedo allí como tantos. Médio día perdieron en buscarme y otro médio día en ponerme en franquia... ! Ha sido una campaña en regla!

— ¡Qué Rinck-rinck este... ! —añadió Oscar.— ¡Siempre metido en aventuras y peligros, pero siempre escapando!

— ¡Así es! ... ¡Ese es el destino y no hay que hacerle!

— ¿Te acuerdas de los malayos?... ¿Ahora once años?... ¡Yo creo que Smith sueña todavía con ellos!

— ¡Báh!... ¡Gran cosa... ! ¿Confiesen, sin embargo, ahora que ya eso no es más que historia: nunca creyeron Vds. que yo asaltara el barco, no es verdad?

— ¡Oh! ¡oh! —repuso Smith,— yo sabía que sí, pero no sabia cuando y el hecho era que yá no había espera: Oscar y yo estábamos atados y el negro aquél de nariz partida, que hacía de capitán y que ahora estará en el infierno seguramente, estaba ocupado en afeitarme las piernas con su machete, mientras otro le desollaba el brazo á Oscar, cuidadosamente, para sacarle una fragata que tenia pintada! ¡Oh! ¡oh!... nuestro pescuezo no valía médio penique!

— Cuando ustedes atracaron á popa y saltaron arriba, los malayos se replegaban al centro y pensé que si peleaban, nosotros ibamos á pagar el pato: quedábamos entre dós fuegos!... ¡Suerte fué que no tuvieran pólvora!

— Cási nunca la tienen y por eso abordan y pelean al arma blanca. Cuando avisaron en la goleta que el bote de Vds. habia sido apresado por los piratas, le dije al capitán que no hiciera apresto ninguno y sigilosamente salí con cinco muchachos elegidos y pegué el golpe.

— ¡Hombre!... y tán á tiempo, que si tardas diéz mi-