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tinta y bien poco sabroso, como el mío. Porque supongo que se habrá puesto de nuevo á la tarea, y que ya irán adélante las carillas de algun otro cuadro Hgentino que vendrá a hacer pendent con los dos excelentes de la série, y á exigir el cuarto por la simetria, y el quinto y los siguientes por el éxito.

Este del Mar Austral, como el anterior, pide la continuación, ó mejor dicho, reclama, otro y otros, porque pinta con arte fiel y porque entre líneas tiene toda la sensación de aquellos parajes. A mi regreso de la Isla de los Estados y Tierra dél Fuego, quedé sorprendido al ver renovarse en sus pájinas las impresiones recibidas que para destacarse de nuevo necesitan ó el reconcentramiento de la producción, ó un excitante tan poderoso como ese. De aqui una duda: la nueva visión ¿era efectivamente provocada por sus cuadros, que me la presen­taban íntegra, ó su efecto era solo el mecánico de encaminar mi imaginación á evocar otra vez lo que mis ojos habrian contemplado y mi memoria guardaba, pronta á devolvérmelo á la primer señal?

Por esta duda procedí al exámen de que le hablé al principio, y que me alegro de haber hecho. Sus cuadros son completos, vivos, palpitantes de verdad, y están pintados con el arte instintivo é invisible en sus fivelles, del verdadero poeta y del escritor de raza.

Todos sus lectores sentirán ante ellos la misma impresión que yo, y verán por intermedio suyo y tras los negros renglones del libro, aquella tierra extraña y aquellos hombres mas extraños aún.

Dígame ahora ¿porqué no ha dado más importancia á las mujeres en su obra?... Veamos si he adivinado: porque su argumento principal, —la naturaleza— exigía que los

accesorios no atrajeran demasiado la atención ¿no es eso?