Y tomando la parihuela, emprendimos viaje hácia la casa.
Eran los compañeros de O'Neild, dós chilenos cuyas caras cruzadas de cicatrices demostraban bien á las claras que su vida no habia pasado sin borrascas de taberna, un holandés cojo, un indio yaghán criado en las misiones inglesas y un norte americano, viejo conocido de Smith y de Oscar, á quien éstos llamaban Velacho de Gávia, aludiendo á su estatura reducida y á su cuerpo rechoncho y médio cuadrado.
Kasimerich cedió su sillón de honor al enfermo y luego Smith, descubriéndole las heridas que tenía en las piernas, las examinó con toda atención y depués de declarar que talvéz no se tratara de una quebradura, las vendó cuidadosamente y añadió que era necesario trasladar el herido á Punta Arenas:
— Eso pensaba yo, —exclamó Kasimerich— y recordaba que quizás esta noche venga el Huemúl que anda hace días recorriendo el Canál del Beagle..... Si viene, estamos salvados: el capitán es mi compadre de óleos, y hombre de corazón. Aquí en los canales ha habido hombres buenos y generosos como Piedrabuena, por ejemplo, pero este es de los mejores!
Y como era naturál, Kasimerich procedió á atender á los compañeros de O'Neild, prévia consulta á éste, pués exigían ropas nuevas, jabón, bebidas y otras gollerías.
— Puedes darles no más, hijo, haciendo la cuenta á cada uno. Tenemos unos doce kilos de oro y bien se pueden permitir un lujo!
Y alli presencié lo que era el negocio de Kasimerich:
— ¡Una camiseta á mí y un pantalón!
— ¡Un saco y un sombrero a mi y médias, camiseta, pantalón, faja!
— ¡A ver, aquí, atienda! .... ¡Una muda completa!
— ¡Calma, paciencia!... Las camisetas valen 20 gramos, pantalones 30, fajas 15 ...