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EN EL MAR AUSTRÁL

eso; los médios no importan nada!... ¡Oh!... Sólo siento haberlo sabido tán tarde!

— ¡Bah! ... -objetó Calamar refunfuñando:— eso lo sabemos todos!... Es que la cosa no está en que uno lo sepa ni en que los demás opinen que uno es un Diós: hay que serlo... ¿Qué importa que alguién crea que los cangrejos no caminan para atrás?... No por eso ván á caminar para adelante... ¡qué diablos!... Lo mismo es la vida!... Feliz de Vd. que siquiera tiene la esperanza de ser dichoso y que una mujer le anima todavía: el que vé ese faro no es un ciego!... Quiere decir que la obra muerta estará carcomida, pero que el casco conserva el alma!... ¿Y nosotros? ... Yá estamos muy desmantelados para qué nos tome nádie como barco de recreo... Ni con flores nos componemos!

Una de las indias entró á la sala y acercándose á Kasimerich entabló con él un corto diálogo en tehuelche, que me permitió apreciar la suavidad y armonía del idioma, acariciador del oido como un susurro.

Me pareció encontrar en él algo de trino de pájaros, unido á esos ruidos misteriosos de la selva andina, donde el vendavál, quebrándose en el boscaje, tiene siempre reminiscencias de brisa.

— Viene un bote de afuera, —dijo Kasimerich.— Han de ser loberos que yuelven ó lavadores de oro... Las chinas no conocen la embarcación!

Y, saliendo á la esplanada, vimos, avanzando á remo y lentamente, un viejo bote pesado, que Smith reconoció como de fabricación inglesa. Lo tripulaban cinco personas, cuya vestimenta dejaba, por cierto, bastante que desear.

Sacado el gorro de pieles, pelado y súcio, el cuero que les envolvía desde la cintura hasta las rodillas y los restos de camiseta que cubria el busto cayéndose á pedazos, los