— El brick «Andrea Doria», capitán Samuél Smith, encalló en los arrecifes frente al faro de Mesina, en las costas de Sicilia: y de allí salió para pontón en Sala Consulina, en el Adriático, donde se envejecen los pescadores de aro en la oreja esperando que les caiga un cóngrio de cinco libras.
— ¡Oh! ¡oh! —exclamó Smith— ¡«Andrea Doria» fué suertudo! ¡Anduvimos con él como diablos y nunca hubo que hacerle ni esto!.... —é hizo sonar una de sus uñas, casi fósiles, entre sus dientes sólidos y amarillos.— Hicimos dós viajes con naranjas y limones desde Palermo á Norte América, después anduvimos por Chio y el Archipiélago Griego, nos cargamos de esponjas en Levante y nos aguantamos en el Bósforo una tormenta que nos desarboló, frente al faro, de la punta de Asia... Encallamos, después en Mesina, como á los seis meses, á causa de una maldita bruma y de las ganas de tomar puerto.
— ¡Ya vés lo que he hecho, Kasimerich!..... Después de eso, me fui en una chata á Lípari á cargar piedra pómez y de allí me contraté de nuevo para América.
— Pues yo, hijo, di vueltas y vueltas en Tolón y me pasé á las Yslas Hyéres, al faro del Golfo de Lyón. Allí estaba bien, pero vino tu primo Gustavo y me convidó para completar la tripulación de la «Jeannette» —una goleta que iba para Quebec y Móntreal con cargamento de vidrios— y acepté.
— ¿Estuvo adentro del San Lorenzo, entonces?... —preguntó Calamar con curiosidad.— Vea: nosotros hemos andado por ahí una porción de veces, pero nunca entramos.
— ¡Y bueno!... ¡Habrán andado en la pesca de la merluza..... ¿A qué iban á entrar?.... Nosotros fuimos con carga de vidrios, que es cosa distinta. Para ese negocio hay que llegar inmediatamente después del invierno, pués la