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hacerla de noche, que aquí es siempre cruda y es necesario conocer muy bíén los lugares.
— ¿Y se sacan muchas pieles?
— No sé cuántas, pero han de pasar de dós mil por año. La nútria se vá á acabar pronto en la costa argentina: como no se cuida y se mata grande y chico en cualquiér tiempo, la cosa se explica. Todos esos vapores chilenos que estaban en Punta Arenas, no se ocupan sinó de vigilar los canales para que no se caze en las costas de su país... Los indios le llaman «aiapuk» á la nútria y según tradiciones ha habido en estos canales cantidádes fabulosas: hoy el número ha mermado mucho y no atribuyen la merma á la guerra que ellos le hacen, sinó á las pestes que han traído los hombres civilizados.
A lo léjos negreaba la isla adonde nos dirigíamos y á la derecha veíamos el mar rompiendo sobre los escollos que forman la entrada de la bahia, aún casi inexplorada, pués tuve ocasión más' tarde, de comprobar que nadie conocía el canál por donde nosotros habíamos hecho la travesía.
Bahía Desolación tiene indudablemente un nombre apropiado: el aspecto de sus costas es miserable bajo el azote del sudoeste, que en ella también reina omnipotente.
Después de dar una gran' bordada para evitar unas roquerias que mostraban su superficie coronada de espuma y que me fueron señaladas como paradero habituál de lobos marinos, fuimos á echar el áncla en una pequeña ensenada que tenia un desembarcadero toscamente trabajado en la peña viva.
Estabamos en el dominio de Kasimerich, en el harém fueguino, como dicen los loberos y buscadores de oro, aludiendo á la particularidad de tener el patrón cinco mujeres indias que le cuidan, ayudándole también en sus transacciones comerciales.