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— Hay también loberos y mineros de ocasión, como tú por ejemplo. Hombres á quienes el oleaje de la vida ó una circunstancia excepcionál, les empuja á estas empresas desesperadas. Esos llegan, luchan, trabajan con tesón, reunen un capital y se ván por ahí, á cualquiér puerto y se establecen, formando una familia y pasando sus vidas quietos y apacibles. Són poCOS, sin embargo, porqué las aventuras tientan y se necesitan muy buenas anclas para aguantarse. Esos, llegan á las playas ó á las roquerías desconocidos y desconocidos las abandonan, llevándose lo que pueden; no tienen amigos sinó compañeros de remo; no dicen su nombre ni preguntan el de los demás y por eso es costumbre en el gremio usar apodos determinantes, originados yá por el modo cómo el hombre llegó á un campamento ó á una playa, cómo iba yestido, cómo saludaba, qué parecía ó cualquiér otra particularidad por el estilo. No ocultan su nacionalidad cuando no pueden, pero si esconden su pasado, sus vicioss las, causas que los llevaron al refugio de los desesperados y sus ilusiones y esperanzas. Por lo general són gentes de desconfiarles: cuando salen de las ciudades á jugarse por ahi, anonimamente, no ha de ser de balde. En un campamento, pronto se notan los dós carácteres, que contrastan: los del oficio son expansivos, alegres, recuerdan su pasado y sus triunfos y contrariedades con placer; los otros són retraídos, huraños y poco les gusta permitir que se penetre el misterio que les rodea. Ellos no són aventureros, són forzados.
— Nosotros, —agregó Oscar,— nos conocemos todos: el mar es grande pero los hombres que viven de él y le aman, siempre se encuentran; sinó es en un punto es en otro donde se relacionan y sinó tienen un amigo común tienen otro. Además, como la base de la poblacion de un lavadero ó de una pesquería, es por lo general gente marina ya retirada,