Página:En el Mar Austral - Fray Mocho - Jose Seferino Alvarez.pdf/108

Esta página ha sido corregida

106

EN EL MAR AUSTRÁL

antemano con una tortilla monumental que yá veía con la imaginación tendiendo su fleco dorado sobre los bordes brillantes de la sartén:

— ¡Miren que bolada!... Traigo una docena: á Smith le daremos la noticia poco á poco pués es capaz de enloquecerse!

Y cuando llegamos al cútter, el aludido nos recibió haciéndonos señales de silencio y luego en vóz baja nos dijo:

— ¡Ni hablen!... ¡Tengo miedo que se me escape...! He pescado un róbalo que pesa lo ménos una arroba y allí, abajo de los árboles, he hallado hongos: hay como una média cuadra!

— ¡Gran cosa... ! ¡Nosotros hallamos huevos de avutarda!... ¡Ojo á la tortilla!

Y Calamar, que era el hombre eximio de la cocina, fué á su puesto á preparar el almuerzo con qué todos soñábamos, mientras el cútter con todas sus velas cargadas y aprovechando el vintito que reinaba, corría sus bordadas impertubable, desde una á otra orilla del canál,

Cuando el almuerzo estuvo á punto, plegamos las velas y nos detuvimos á la entrada de una pequeña bahía que parecía un inmenso socavón. El agua debía de ser profunda: ni una óla rizaba la superficie uniforme que reflejaba en el fondo, como un espejo, el cielo azúl, sin una nube y más cerca, el velámen de nuestro barco, en que se veían hasta las costuras de los remiendos y la barranca rocallosa con su cabellera erizada, formada por el gramillál florecido.

— ¿La avutarda es un pato, nó?

— Propiamente, talvéz nó, porqué carece de natatorias; pero es áve del agua: siempre anda en la orilla, comiendo caracolitos y mariscos.

— ¡Y cómo vuela agrego Smith! Yo he encontrado avutardas en Curamalal, en el súr de Buenos Aires y también