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XV.

Mar de fondo

A pocas varas de la orilla comenzaba su reinado la selva fueguina cuya exuberancia, aún cuando parezca paradojál, dado el clima de la región, cuya temperatura média no es ni siquiera la que corresponde á un clima templado —tiene gran semejanza con la más lujuriosa de los trópicos.

Los grandes árboles de tronco blanquizco, que elevan su copa á veintícinco y treinta métros de altura, apenas dejan entre sí el espacio suficiente para dar paso á una persona y alzan, allá arriba y como un penacho, sus cabelleras ,verde-obscuras, formadas por hojas finas y cortas, semejantes á las de esos pinos que, como curiosidad, se cultivan en nuestros vastos jardines.

No tienen, como las selvas del trópico, variedad infinita de familias ó de tribus: aquí el árbol tiene sólo un carácter y un aspecto, lo que dá á la agrupación algo de monótono y de triste. Como excepción, se nota entre el bosque uniforme algún arbusto que desdice del tono generál ó algún árbol que difiere de los demás por su forma ó su