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ciones de otros se la metan en el bolsillo.

No tiene ella la culpa de que imbéciles y tunantes especulen con ella. Y, sobre todo, es menester no temblar al acercarse a élla, cualquiera que sea la tempestad que nos la traiga. El mundo se hizo enmedio de los cataclismos. Cuando se haya concluido la obra, · será buena.

Pero dejo la política que, en resumen, no es mi doiminio, y donde guerreo solamente porque en él abundan todos los desórdenes humanos, y paso a la literatura.

En las letras, la evolución democrática se cumple con tanta pujanza como en la política.

Después de la insurrección romántica, que limpió el terreno, vino el movimiento naturalista, para asentarse en el nuevo orden. Toda sociedad aporta su literatura, y hace mucho tiempo que los críticos anuncian la transformación del espíritu literario. Sainte-Beuve, presa de inquietud ante esa ola creciente, había retrocedido a las edades clásicas, después de poner vanamente su esperanza en el romanticismo. À pesar de su amplia compresión, sentíase desbordado en sus costumbres y sus gustos, decía que una edad acababa y que ha-