He aquí por qué todos los espíritus científicos de este siglo se han mostrado llenos de vacilación y desconfianza ante el sufragio uni- — vėrsal.
Hablo de nuestros filósofos, de nuestros sabios,' de los que proceden por la observación y la experimentación.
Rechazan lo absoluto, estudian al hombre fuera de los dogmas, y juzgan que la igualdad fisiológica no existe, que un hombre no vale lo què otro, que hay una e'iminac:ón continua y necesaria de casi una mitad de la humanidad. De tal modo que el sufragio universal no es ya una realidad basada en lo real, sino que se convierte en un idealismo basado en la concepción religiosa de una igualdad de las almas.
Nuestros terribles intransigentes, nuestros ateos, ino sospechan que son simples católicos cuando llaman al escrutinio como a los idiotas y a los escrofulosos? Véase Littré, véase Taine, véase Renán, véanse las obras de todos los que intentaron la aplicación de la fórmula moderna de nuestras ciencias a la política: retroceden ante la idea de poner otra vez el gobierno en manos de la nación entera, porque los elementos no les parecen bastante determinados, porque-la observación y la experiencia han puesto de ma- TOMO IX