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que no pudiendo tener talento para nosotros, no debe tenerlo para nadie». ¡ Bello espectáculo el que nos ofrece este París inteligente y justo! Hay allí arriba o allí bajo, en una esfera lejana seguramente, una verdad una y absoluta que rige los mundos, y nos impulsa al porvenir. Hay aquí cien verdades que chocan entre sí y se rompen, cien escuelas que sé injurian, cien rebaños que balan negándose a avanzar. Los unos echan de menos un pasado que no puede- volver, los otros sueñan un porvenir que no Hegará jamás: los que sueñan en el presente, hablan de él como de una eternidad. Cada religión tiene sus sacerdotes, cada sacerdote sus ciegos y sus eunucos. Nada de preocuparse de la realidad; una simple guerra civil, una batalla de piluelos ametrallándose a disparos de bolas de nieve, una inmensa farsa en la que el pasado y el porvenir, Dios y el hombre, la mentira y la necedad, son los monigotes complacientes y grotescos.

¿ Dónde están, pregunto, los hombres libres los que viven su vida propia, que no enciesu pensamiento en el estrecho círculo de un dogma y que se dirigen resueltamente hacia la luz, sin temor. a desmentirse mañana, que no tienen otra preocupación más que lo justo y lo verdadero? ¿ Dónde están los rran